domingo, 3 de marzo de 2019

Las Memorias de Vegeta (Entrada 124)


29 de Noviembre 791

Luego de ir Bulma y su madre, los niños y yo nos aseamos y cambiamos, como Goten ya tenía contemplado quedarse unos días para jugar con Trunks había traído consigo suficientes cambios de ropa; luego nos dirigimos a un restaurante de hamburguesas que estaba cerca de la corporación capsula el cual solíamos frecuentar de vez en cuando y aunque normalmente hubiese preferido ordenar para llevar y comer en casa, el local no estaba tan lleno ese día, además un poco de tiempo en familia no iba a matarme.

-          Y díganme muchachos ¿Cómo les fue? – pregunto la madre de Bulma a los niños.
-          Mal, mi papa no derroto en un santiamén – respondió Trunks.
-          Pues yo creo que aguantamos bastante antes de que tu papa atacara – dijo Goten.
-          No lo entiendes Goten, en un combate no se supone que ganes de un golpe, si no sería emocionante.
-          ¿De un golpe? Vegeta ¿no abras sido muy brusco con los niños? – pregunto recriminatoriamente mi mujer.
-          ¡Claro que no! Es mas ellos me hicieron más daño a mí – le respondí al tiempo que le mostraba el moretón en mi antebrazo.
-          ¡Santo cielo! ¿Estás bien Vegeta? – pregunto la madre de Bulma con genuina preocupación.
-          No es nada, estos niños son muy fuertes, pero aún les falta entrenar mucho para aguantar un combate conmigo o con Piccoro.
-          ¿Insinúas que podrían ganarle a Goku? – sugirió mi suegro.
-          Para nada, pero Kakarotto tiene la mentalidad de un niño, seguro con el pelearían por más tiempo, pero solo porque estaría juagando con ellos.

Tras devorar un docena de hamburguesas estaba más que satisfecho, normalmente me gusta terminar un buena comida con algo de sushi, le había tomado bastante gusto a ese platillo terrícola, pero también la hamburguesa se había convertido en un manjar sin precedentes; a lo largo de mis viajes del espacio probé un sin fin de comida, nunca nada muy elaborado ya que siempre estaba viajando de un planeta a otro y debo admitir que aunque la vida como príncipe en el planeta Vejita me permitía darme el lujo de comer lo mejor que mi planeta natal podía ofrecer, a mi corta edad prefería siempre comer carne. Sin embargo la tierra era un oasis de sabores interminables y gracias a la riqueza de mi esposa y su familia mi paladar podía regodearse en todos ellos; desde los complejos sabores de la comida oriental llena de mariscos y mezclas exóticas de hierbas y vegetales, hasta los robustos y picantes sabores de los continentes más alejados, con basta combinación de legumbres y salsas a base de chile y otras hortalizas que si bien no fueron de mi agrado la primera vez que las probé, poco a poco me fui acostumbrando a ellas.

Contuve un eructo lleno de plena satisfacción y mire a mi mujer, habían pasado tantos años desde que empecé a vivir en la tierra, y lo que se suponía que debía ser un refugio temporal mientras esperaba mi revancha con Kakarotto se había vuelto mi hogar, los extraños padres de Bulma se habían convertido en mis propios padres políticos, y que decir de mi hijo, poco a poco iba pasando de ser un niñito mimado a ser un muchachito bastante perspicaz e independiente y gracias al vistazo que pude ver de su versión futura sabía que al menos su fuerza no me decepcionaría. Tantas cosas habían cambiado con los años yo mismo había tenido una transformación por la que ningún otro saiyajin había pasado, y no, no hablo de ser un súper saiyajin; cuando Kakarotto llego a la tierra sufrió un accidente y se golpeó la cabeza, a consecuencia de ese golpe perdió la memoria y toda su herencia como saiyajin se perdió, podríamos decir que bondad es resultado de una discapacidad mental. Pero en mi caso fue un cambio que se dio en mi personalidad ya formada, cuando solo conocía la ambición, el odio y la sed de sangre, lo único que falto fue conocer la derrota a manos de Kakarotto para que la coraza que había construido alrededor de mi ser empezara a desmoronarse. Derrame mis lágrimas en ira y frustración, aprendí que confiar en otros no era malo, sino también a veces necesario, conocí el sentimiento que los humanos llaman amor y aprendí no solo a recibirlo, sino a expresarlo, literalmente sacrifique mi vida por ese amor y salí del inframundo por eso mismo… y aun así, durante todo eso la única constante había sido ella, Bulma nunca había dejado de ser era chica inteligente, perseverante y algo alocada que osaba darle ordenes al príncipe de los saiyajin. Cambiaba su aspecto con mucha frecuencia pero nunca había dejado de ser ella misma, y cada vez que sentía que estaba perdiendo el rumbo, podía voltear a mirarla para encontrar mi camino nuevamente, ella era, es el faro de mi vida y sé que soy quien soy el día de hoy gracias a haberla conocido.

Por debajo de la mesa tome su mano izquierda en mi derecha y entrelace los dedos con los suyos, Bulma me miro sorprendida por un momento y luego sonrió radiantemente con un poco de rubor en sus mejillas. No era la primera vez que nos tomábamos de la mano, pero usualmente lo hacíamos en la intimidad de nuestra alcoba. Ella apretó suavemente mi mano haciéndome saber que le era grato y yo le devolví la sonrisa. Cuando salimos del restaurante, la digestión ya estaba haciendo efecto en nosotros, principalmente en los niños, quienes empezaron a cabecear tan pronto como el auto de la corporación capsula se puso en marcha; yo hubiese preferido ir conduciendo mi Súper V1 pero no era tan espacioso como para 6 personas.

-          ¡Hay pero que ternura! – exclamo la madre de Bulma desde el asiento trasero teniendo a los niños abrazados a cada lado – lo pequeñines ya están bien dormidos.
-          ¡Ja ja! Quien diría que estos dos traviesos se verían tan inocentes mientras duermen ¿verdad papa? – Pregunto Bulma a su padre tras observar a los niños por el retrovisor.
-          Bueno después de todo es tu hijo, tú siempre fuiste un pequeño torbellino.
-          ¡Papa! – reclamo mi mujer a su padre sonrojándose.
-          Es cierto, desde muy niña siempre fue muy curiosa y nunca podía estarse quieta – agrego su madre.
-          ¡Ja ja ja ja! Vaya vaya y pensar que todo este tiempo me culpabas a mí por lo malcriado que era Trunks y resulta que lo heredo de ti – le dije a mi esposa.
-          Seguramente tú eras un angelito cuando eras niño ¿no? – pregunto Bulma.
-          Mi infancia no se pareció en lo absoluto a la tuya o la de Trunks, para empezar al terminar mi gestación yo ya conocía lo básico de mi mundo por medio de la inducción neural.
-          ¿Gestación? Tu mama te leía mientras estaba embarazada ¿o qué?
-          Los saiyajin no somos engendrados “a la antigua” al menos no lo éramos en las últimas generaciones de nuestro mundo, todos los saiyajin fuimos concebidos in vitro es nos incluye a Kakarotto y a mí.
-          … ¿Eso quiere decir que nunca sentiste el calor de tu madre? – pregunto la madre de Bulma con preocupación en su rostro.
-          A decir verdad… no la conocí realmente, la poca crianza que recibí fue por parte de mi padre.
-          Eso es tan triste… - Dijo Bulma con los ojos rebosando de lágrimas.
-          No es para tanto, esa era la usanza de los saiyajin.

El resto del camino a casa permanecimos en silencio, al parecer la revelación de mi falta de una madre fue incómoda para mi familia; por mi parte no le di importancia, además estaba Rabba, aquella mujer que residía en mi recuerdos; no podía asegurar si ella era mi madre o no, pero al menos tenía la certeza de que el tiempo que pase a su lado había sido real y no solo una invención de mi mente. Por la tarde decidí entrenar un poco en la cámara de gravedad mientras Trunks y Goten jugaban en el jardín. En medio de mi entrenamiento mi mente empezó a divagar, entreteniéndose en la idea de cómo hubiera sido mi vida de haber conocido a mi madre… por lo que sabía los saiyajin abandonaron la procreación natural siglos antes de mi nacimiento en favor de la ingeniería genética para crear guerreros excepcionales, pero antes de eso se reproducían de manera natural; según los más antiguos relatos del aibarc los saiyajin tenían comunidades tribales y lazos familiares fuertes que a menudo los confrontaban con otras tribus en busca de territorios y recursos, pero esto también era su mayor debilidad ya que durante generaciones se engendró descendencia entre consanguíneos, haciéndolos propensos a defectos genéticos, algunos llegando incluso a la malformación. Al unificarse las tribus se logró una genética más diversa y resistente. Y ahora Kakarotto y yo habíamos dado el siguiente paso al engendrar mestizos con mujeres terrícolas; por un momento sonreí con ironía al recordar las aspiraciones que mi padre para que yo fuera el legendario súper saiyajin, y aunque eventualmente logre alcanzar ese nivel, de cierta manera es mi hijo quien de la manera más natural nació con ese potencial.

Termine con mi entrenamiento aun sumido en mis pensamientos, por alguna razón los tiempos de paz que corrían se sentían muy distintos a los que había experimentado tras la batalla con Cell; en aquel entonces me sentía insatisfecho, incompleto al saberme inferior a mi rival y a su hijo, por lo que busque la manera de volverme fuerte a mi manera y deje que la vida en familia tomara mayor importancia para mí. Sin embargo termine por ceder a la tentación de poder volver a pelear sin limitaciones y fue así como me deje manipular por Babidi.

-          ¡Ah! Conque aquí estabas Vegeta – dijo la alegre voz de mi suegra sacándome de mis cavilaciones – me preguntaba si tenías unos minutos libres.
-          … - Seguramente quería que la acompañase de compras, normalmente me hubiera reusado, pero le había empezado a tomar gusto a pasar tiempo con ella casi tanto como con mi suegro – sí, ¿Qué necesita?
-          ¡Oh! Fantástico, me gustaría que me cuentes más sobre tu infancia.
-          ¿Mi infancia?... realmente no hay mucho que contar.
-          Pero estoy segura que lo hay, ven hablemos en la terraza, ¿te apetece un refrigerio?
-          Cualquier cosa esta bien.

Seguí a mi suegra a la cocina consiente de que la plática iba a tornarse incomoda, pero sabiendo que no habría manera de disuadirla del tema; mientras la madre de Bulma preparaba algunos sándwiches yo me di a la tarea de preparar limonada, la verdad es que jamás he sido hábil en la cocina, así que era lo más que podía hacer. Observe como con gran habilidad mi suegra cortaba y ordenaba los ingredientes y los emparedaba entre dos rebanadas de pan, mayonesa, jamón, queso, lechuga, algunos con un poco de aguacate, algo de mostaza en este, un chorrito de vinagre en este otro, unas rodajas de cebolla en aquel, incluso unos cuantos con crema dulce y fruta rebanada, todo mientras alegremente tarareaba una canción que no puede reconocer pero me parecía muy familiar.

Luego que todo estuvo listo nos dirigimos hacia la terraza, el sol estaba aún en lo alto, así que desplegue una sombrilla sobre la mesa donde nos sentamos. La madre de Bulma se sentó en frente mío mirándome con sus enigmáticos ojos azules y sonriendo.

-          Cuéntame Vegeta ¿Qué es lo primero que recuerdas de cuando eras niño?

Tanto escribir sobre comida ya me dio hambre, por fortuna con el tiempo aprendí a preparar los sándwiches como mi suegra, aunque nunca logro que me queden tan perfectos como a ella. Iré a prepararme un bocadillo antes de seguir escribiendo.

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