domingo, 8 de abril de 2018

Las Memorias de Vegeta (Entrada 118)

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23 de Noviembre 791

Llegamos a una de las tantas plazas comerciales de la ciudad, estaba molestamente abarrotada de personas, el barullo de los clientes y trabajadores del lugar asaltaba mis oídos con su violencia auditiva. En general disfrutaba de venir a estos lugares y ver los aparadores, el aroma de la ropa nueva en la tienda de caballeros y que decir de toda esa deliciosa comida en la sección de alimentos; el aroma de algo friéndose en el aceite caliente seducía a mi nariz mientras seguía a mi suegra entre la multitud cuando de pronto un cálido olor dulzón se apodero de mi sentido del olfato. Frente a nosotros estaba el edificio de la pastelería elegantemente ladrillado en la fachada y con un enorme ventanal que permitía ver unas pocas mesas en el interior y a sus comensales sentados en ellas. La madre de Bulma entro abriéndose paso por la puerta de gruesa madera lacada y una campanilla anuncio nuestra llegada.

-          ¡Bien Venidos a Fluffy Cup cake! – Anuncio una chica de cara bonita y un poco robusta vestida como sirvienta.
-          ¡Ay! ¡Hola! Pero que adorable muchacha ¿No te parece Vegeta? – me pregunto mi suegra.
-         
-          ¿Mesa para dos? – pregunto la joven quien se había sonrojado por el comentario de la señora Briefs.
-          Yo pensaba únicamente comprar algunos pastelillos, pero este logar es tan bonito que creo se me antoja una taza de café ¿a ti no Vegeta?
-          … - Me limite a asentir con la cabeza, ciertamente el aroma era para causar antojo así que me apetecía beber algo.
-          ¿Son solo usted y su esposo o esperan a alguien más?
-          ¡…! – su pregunta y suposición me tomaron tan desprevenido que di un respingo pero no más que lo que hizo la madre de Bulma a continuación.
-          ¡Oh jo jo jo! –La Sra. Briefs me tomo del brazo pegándose a mí, ahora era yo el que se sonrojaba- Oh no querida, este apuesto caballero es mi yerno.
-          ¡Ah! ¡Discúlpenme por favor! – la joven estaba tan colorada como una cereza – es que se ve usted tan joven y hacen tan linda pareja que pensé que…
-          ¡Oh jo jo jo! No te preocupes pequeña ¿Escuchaste eso “querido”? – bromeo mi suegra aprovechándose de la jocosa situación, hay que admitir que la señora tenía un sentido del humor algo sádico. Yo estaba casi tan avergonzado como la joven sirvienta, así que simplemente desvié la vista.

Con la mirada al suelo y un caminar tieso la joven nos guio a una mesa en la esquina, la madre de Bulma la seguí conteniendo una risita molesta y yo iba detrás tratando de ignorar el calor de mi enrojecido rostro. Yo ordene un expreso y la madre de Bulma pidió un frappe con todos los complementos además de un montón de postres distintos, no puse mucha atención pero por la cara de la mesera supuse que había ordenado todo lo del menú. A los pocos minutos después de servir nuestros cafés la muchacha empezó a dar vueltas de la barra a nuestra mesa con un desfile de pasteles, muffins, confites y un montón de cosas más de las que no se me ocurriría siquiera intentar pronunciar el nombre. Con cada sorbo de café y cada bocado de pastelillo sentía como si me relajase, o quizás solo era mi estómago cantando de alegría por mi gula.

-          Me da gusto ver que estés más contento – dijo la madre de Bulma entre abriendo sus misteriosos ojos azules.
-          … - dude por un momento, pero de mis interacciones con mi suegra había aprendido que a menudo lo que decía tenia mayor significado que lo que se alcanzaba a percibir - ¿a qué se refiere? – pregunté antes de darle otro sorbo a mi café.
-          Es que desde que volvieron de ese lugar, ¿cómo se llama? El templo…
-          ¿El templo de Kami sama?
-          ¡Si, ese mismo! Desde que volvieron te he notado un poco melancólico.
-          Bueno… pasaron muchas cosas.
-          Seguramente mi marido ya hablo contigo del susto que nos llevamos al verte en el torneo de las artes marciales.
-          Si, lo hizo.
-          Aunque francamente se veía que estabas sufriendo mucho.
-          ¿Cómo dice?
-          No sé bien los detalles, pero según menciono Bulma te dejaste engañar por ese hechicero Babidi, ya sabes, el que parecía una cría de ratón con ropa.
-          No diría que me deje engañar… yo elegí que controlara mi corazón para poder pelear otra vez con Kakarotto sin limitaciones.
-          ¿De verdad lo crees?
-          Lo sé – dije clavando mi mirada en sus ojos inquisitivos – yo soy un saiyajin, era cruel y despiadado por naturaleza, matar se me facilita… no soy este monigote comiendo pastel alegremente, soy un guerrero… pero con los años fui perdiendo mi identidad. Cuando Kakarotto volvió a la tierra vi la oportunidad de cerrar un desagradable capítulo de mi vida, pero al ver como esa oportunidad me era arrebatada por un par de sabandijas auto nombradas dioses, perdí la cabeza –desvié la mirada, sentía que algo se arremolinaba dentro de mí.
-          Eres una persona maravillosa Vegeta…
-          ¿…? – la mire nuevamente confundido.
-          Incluso ahora puedo ver la culpa que cargas por tus actos, probablemente mi esposo te dijo que no debes dejar que eso te apesumbre… sin embargo yo opino lo contrario. No es nuestro origen o nuestras decisiones lo que nos definen como personas, sino la manera en la que enfrentamos el resultado ellas – alzo sus manos a los lados como si sostuviese algo invisible en ellas – Saiyajin, terrícola, realmente no hay diferencia, tan solo somos humanos. Cometemos errores y tomamos malas decisiones, pero al final de cuentas es precisamente eso lo que forma nuestro presente.
-         
-          Apenas y puedo imaginarme a mi apuesto yerno viajando por el espacio masacrando y conquistando planetas como dieces que solías hacerlo, porque simplemente no ya no eras esa persona cuando te conocí. Cuando llegaste por primera vez a nuestra casa te veías tan confundido y frustrado que no puede más que abrirte la puerta a nuestras vidas; de lo cual no podría estar más contenta… Mira – señalo con una mano en dirección a la ventana.
-          … - No sabía que esperaba que viera – solo veo un montón de insectos haciendo escándalo.
-          Es más que eso, cada una de esas personas ahí afuera, las de esta cafetería, yo misma te debemos a ti el estar aquí y poder disfrutar de estas delicias y de muchos otros hermosos días como este.
-          ¡Humph! No me debe nada, fue Kakarotto quien lanzo la Genki Dama que acabo con Majin Boo, y la fama de Mr. Satán lo que lo hizo posible para empezar.
-          Pues a mí me dijo Trunks que la idea de revivir a todos para crearla fue tuya; ¿no lo ves? No habría importado que tan fuerte fuese Goku o que tan famoso sea Mr. Satán, es por tu brillante mente y tu gran perseverancia que todo eso fue posible, y por eso te doy las gracias hijo.
-          … - un estremecimiento trepo por mi espina dorsal y causó estragos en todo mi ser.
-          Para Trunks eres su papa, para mi esposo eres su mejor amigo, para Bulma sé que eres su príncipe, pero para mí siempre serás mi héroe.
-          … - no podía contenerme más –di, discúlpeme, tengo que ir al sanitario.
-          Adelante… - dijo con su tranquila sonrisa de siempre.

Me abrí paso entre las personas y entre el pequeño cuarto de baño donde había un par de cubículos a parte del lavabo, estaba a solas así que me sentí aliviado. Me mire al espejo frente al lavabo y contemple mis ojos llenos de lágrimas; mi garganta se atragantaba de emociones que salían disparadas de mi corazón con cada uno de sus latidos. Entre cada respiración que daba dejaba salir un pequeño sollozo, avergonzado me cubrí el rostro y deje que la dicha de aquellas palabras me embargase. Me tomo unos minutos recobrar la compostura, me enjuague el rostro en el lavamanos y volví a la mesa… mi suegra me recibió con la misma sonrisa que tenía aquella vez que la conocí.

-          ¿Pedimos la siguiente ronda de pasteles? – le pregunte sonriéndole de vuelta.
-          Me leíste la mente ¡Oh jo jo jo!

Jamás he conocido a una persona más desesperante y a la vez más amorosa y compresiva que mi suegra, creo que iré a visitar a mis suegros más tarde y seguiré escribiendo mañana.


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