22 de Noviembre 791
Mi esperado combate
con Gotenks tendría que esperar unos días en lo que el Dr. Briefs terminase sus
preparativos. No había mucho que hacer en casa realmente, Bulma estaba pasando
largas horas en el trabajo debido a la nueva división Aero-espacial que su compañía estaba
desarrollando, Trunks y Goten se la pasaban usualmente jugando, aunque note que
sus “juegos” eran más un entrenamiento para nuestro encuentro; Trunks Incluso
me pidió que les dejase usar la cámara de gravedad, pero les dije que no había
necesidad de tal cosa, quería pelear con ellos tal y como estaban actualmente.
Realmente estaba
aburrido, no tenía ganas de entrenar, no me apetecía leer y menos aún ver
televisión. Pensé en ir a dar una vuelta en mi Súper V1 para distraerme un poco. Tras una rápida ducha, me vestí
tome mis pertenencias; estaba a punto de ir a la cochera cuando una familiar
voz dulzona me detuvo.
-
¡Ah! ¿Vas
a salir Vegeta?
-
… - asentí
en silencio al voltear y ver que se trataba de mi suegra, tenía un mal
presentimiento sobre esto.
-
¡Ay
maravilloso! - exclamo deleitada – justo
estaba planeando salir, ¿no te gustaría acompañarme?
-
Eeehh… -
estaba buscando las palabras correctas para rechazar su invitación, pero fui
demasiado lento.
-
¡Perfecto!
Deja voy por mi bolso.
-
Estaré en
la cochera… - respondí dando mis manos a torcer, sabía que ya no tenía
escapatoria.
Tratar de librarse de
la madre de Bulma una vez que te tenía en la mira era imposible, eso es algo
que aprendí con los años. Me dirigí a la cochera y sin molestarme en encender
las luces, simplemente abrí la puerta eléctrica; la luz de la mañana se coló
conforme la persiana metálica se corría hacia arriba, bañando de sol el
interior de la cochera. Cuando sus se reflejaron en la pulida pintura azul de
mi auto esta lastimo mis ojos levemente, aun así sonreí con satisfacción;
adoraba ver como brillaba la carrocería por las mañanas, era casi mágico y en
parte la razón por la cual conducía a pesar de ser algo realmente ineficiente
para transportarme. Abrí la puerta del auto y me acomode en el asiento del
piloto, al girar la llave en la ignición el motor rugió suavemente con su
familiar tono metálico, acaricie con mis manos el volante y luego presioné el botón de la capota para
plegarla. Fue entonces que mi vista se topó con un par de enormes ojos azules
que me miraban detenidamente; la madre de Bulma me miraba desde la puerta
trasera de la cochera.
-
¡Vaya! No
cabe duda de que la relación de un hombre con su auto es especial ¿no es
cierto?
-
… - Me
quede ahí callado por un momento, sonrojado y probablemente con cara de idiota
– Y, ya, ¿ya está lista?
-
¡Sí!
Andando.
La señora Briefs rodeo
el auto para irse del lado del copiloto con ese característico caminar suyo que
la hacía parecer estar dando saltitos. Cuando se hubo puesto el cinturón de
seguridad voltee mi cabeza para mirar atrás y salir de reversa; pise el
acelerado y solté el embrague justo después mover la palanca de cambios a la
reversa. El auto dio un jalón hacia atrás lanzándose hacia afuera – “¡Oh! ¡Oh jo jo jo!”- exclamo y rio la
madre de Bulma al sentir el tirón, gire el volante dándole la vuelta completa
conforme el auto salió y se viro 180° dejando el frente hacia la calle. Metí
1era. Y el motor rugió cuando acelere nuevamente, salimos del perímetro de la
corporación capsula y tome rumbo hacia la calle.
-
¿A dónde
quiere que la lleve? – le pregunte a mi suegra.
-
Al centro
por favor, hay una tienda de confitería nueva que quiero ir a ver.
-
Ya veo.
Ya fijado el destino,
me dirigí hacia la avenida principal cerca de casa, la cual hacia intersección
con la calles del centro a lo lejos. Las vibraciones del auto eran transmitidas
a mis manos a través del volante y la palanca de cambios, en mis oídos el
sonido de la maquina era como una canción con cada velocidad, y el viento hacia
bailar mis cabellos a su gusto, esta última no era una sensación nueva para mi
habiendo aprendido a volar tan pronto como pude caminar, pero mientras manejaba
se sentía distinto, el hecho de tomar control de algo tan ajeno a mí mismo como
este auto y aun así sentirlo como una extensión de mi cuerpo era una sensación
sumamente satisfactoria; por un momento recordé que no hacía mucho me
encontraba en un estado en el cual quizá nunca hubiese podido disfrutar de esto
nuevamente. Mi corazón se aceleró con adrenalina potenciada por mi emoción
mientras el paisaje desfilaba difuminado frente a mis ojos por la velocidad, y así
fue hasta que tuve que detenerme en un semáforo en rojo.
-
¿Vegeta?
¿Te encuentras bien? – pregunto la madre Bulma.
-
¿Eh? Sí.
-
Es que…
tus ojos están llorosos.
-
¿…? – mire
mi rostro en el retrovisor y en efecto, mis ojos rebozaban de lágrimas - ¡No es
nada! Se me secaron los ojos con el viento.
-
Ya veo…
Seguí conduciendo
cuando el semáforo cambio a verde. Ni por un segundo creo haberle engañado; esa
mujer era mucho más perspicaz de lo que mostraba, pero también lo suficiente
mente sensible como para no indagar en algo que incomodaba a los demás. Y vaya
que me alegro de que así fuere, ya que yo mismo sabia lo inestable que me
encontraba, mis emociones y mis sentidos estaban a topo desde que había vuelto
a la vida; desde el momento en que “renací” algo cambio en lo profundo de mi,
algo tan misteriosamente fuera de mi alcance que no podría darle nombre o
siquiera definir su concepto. La madre de Bulma podría decir que mi psique se vio alterada por mi resurrección,
la misma Bulma diría que mi corazón había cambiado, Kakarotto seguramente diría
algo estúpido… pero yo no podría definirlo. Dentro de las tradiciones de los saiyajin
se tenía la antigua creencia de otro mundo. El cual estaba dividido en tres
partes, Maia, donde los guerreros caídos
en una gloriosa batalla pasaban la eternidad, Raika, donde aquellos pobres diablos muertos por los saiyajin eran enviados
para ser castigados por su debilidad y finalmente Karashio, el lugar donde los que mueren en la vejes, enfermedad o
simplemente fuera del campo de batalla han de combatir a todos los oponentes de
su vida hasta volverse dignos de pasar al Maia
(Ver APENDICE). Esta era la creencia de los antiguos saiyajin, sin embargo conforme mi raza se acercó al
cielo y conoció el cosmos, la viejas creencias cayeron en desuso y se
convirtieron en simples mitos; y ahora yo, el último de los saiyajin puros que tenía
noción de nuestra historia y herencia, había conocido el verdadero rostro del
otro mundo, y no estaba impresionado. Pero tenía que admitir que algo en mi había
cambiado, y no gradualmente como lo había hecho tras tantos años viviendo en la
tierra; El haber muerto y reconocido todo lo que perdí al hacerlo me dio a
entender el verdadero valor de todo aquello que me es querido. Mi carácter y
motivaciones seguían siendo las mismas, yo seguía siendo yo; pero sin lugar a
dudas me había vuelto más abierto a mis propios sentimientos y esto me atemorizaba
– “Un saiyajin que llora por un simple
paseo en auto, te has convertido en todo un terrícola insecto” – me burle
de mí mismo al dar por sentado que el hombre que había sido años atrás yacía en
esa tumba sin nombre en Namekusei, el que piso la tierra por segunda vez ya no
estaba obsesionado con la venganza, sino con la idea de superar los límites de
su fuerza. ¿Y ahora? ¿Qué propósito debería tener este hombre que se había alzado
de entre los muertos? Proteger a mi familia seguramente sería la respuesta más
sencilla, pero ¿eso era todo?
¡Agh! Tanta introspección
hace que me duela la cabeza, necesito una aspirina. Después de eso creo que saldré
en el Súper V1 quizás vaya a esa pastelería
a la que fui esa vez con mi suegra, seguro después de meter una docena de
pastelillos en mi estómago podre pensar más claramente.
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