Las Memorias de Vegeta (Entrada 74)

3 de Agosto de 791 6:10pm

Al día siguiente acudí al primer lugar señalado en las hojas. Se trataba de una compañía de construcción subsidiaria de la corporación capsula, por lo que llevaba conmigo una carta de recomendación, así que todo lo que tenía que hacer era presentarla al capataz.

Llegue al lugar de la cita 15 minutos después de la hora acordada, a pesar de que ya estaba familiarizado con la ciudad aun me costaba trabajo orientarme usando las calles como guía. El sitio era una obra a medias, las estructuras y soportes metálicos aun estaban al desnudo, y los trabajadores iban apurados de un lugar a otro acarreando materiales y herramientas. Busque rápidamente la oficina del capataz y me encamine hacia ella. Al entrar el calor del exterior apenas disminuyo un poco a la sombra de la diminuta oficina portátil, no había mucho dentro, unas sillas metálicas, una amplia mesa llena de papeles y planos desperdigados, en una pared había colgados cascos de trabajo y en otra había un termo eléctrico.  Sentado al otro lado de la mesa estaba un hombre de cabello canoso y cara bastante arrugada que me miraba con gesto molesto.

-        ¿Quién demonios eres tu muchacho?

-        … Vengo por esto – dije tendiéndole la carta de recomendación. El anciano tomo la hola y se puso unos gruesos anteojos que sacó del bolsillo de su camisa.

-        ¡Hmmmp! No sé qué piensa ese tonto al mandarte aquí – me sorprendió bastante escuchar a alguien expresarse de esa manera del doctor Briefs – Pero ciertamente nunca están demás un par de manos extras, así que toma un casco y sígueme.

El anciano se dirigió hacia la pared y tomo un casco antes de abrir la puerta.

-        ¿Cómo te llamas muchacho?

-        Vegeta.

-        Ve. ¿qué? Olvídalo de todos modos no lo recordare, andando ¡greñudo!

-        … - contuve mis ganas de reventarle la cara a puñetazos y tome un casco antes de seguirle, esperando que mi paciencia no se acabara antes de que me pagasen.

Caminamos hacia la estructura en construcción y dentro había una cabina un poco más pequeño que la oficina.

-        Entra ahí y cámbiate, busca un overall de tu talla, botas y unos guantes.

-        No es necesario.

-        No te estoy preguntando, te lo estoy ordenando y mientras estés aquí me llamaras “Jefe” ¿entendiste?

-        … - este anciano estaba cavando su tumba palabra a palabra – Sí.

-        “Si” ¿qué?

-        Si… jefe – respondí a regañadientes.

Entre en la cabina y el nauseabundo aroma de los trajes sudados asalto mis fosas nasales; por fortuna pude encontrar un atuendo de mi talla. Trate de ponerme el casco pero se dificultaba con mu cabello así que simplemente lo deje ahí.

-        ¿En dónde está tu casco? – pregunto al verme salir.

-        No lo necesito.

-        ¿Acaso tienes la cabeza muy dura? – dijo mientras se daba la vuelta – sígueme.

Tomamos un ascensor de rejilla y subimos al tercer piso, donde la construcción parecía estar un poco más avanzada.

-        ¡Konkichi! ¡oye Konkichi! – grito a todo pulmón para hacerse oír en medio del escándalo de la obra, al momento un hombre zorro de pelaje verdoso y complexión delgada se acercó corriendo.

-        Dígame Jefe.

-        Este es “el greñas” es su primer día aquí, ponlo a acarrear escombro, remaches, herramienta, lo que sea, pero no quiero verlo holgazaneando.

-        Si jefe.

Entonces el “jefe” se retiró dejándonos solos.

-        Mucho gusto greñas – dijo mientras hacia una reverencia

-        … como sea.

-        ¿Eh?  Ah, bueno, vamos a comenzar entonces.

Voy a cenar a entrenar un poco en la cámara de gravedad antes de cenar, continuare escribiendo después de eso.