martes, 24 de julio de 2012

Las Memorias de Vegeta (Entrada 43)


 17 de Julio 791

Gohan estaba tendido en el suelo,  Piccoro y los demás estaban a su alrededor, felicitándole y agradeciéndole su esfuerzo. Yo estaba florando por encima, observando la destrucción que dejo la batalla: en inmenso cráter creado por los gigantescos Kame Hame Ha era un imponente testigo del poder de Cell y de ese niño, las pocas zonas con vegetación que había en los alrededores habían sido diezmadas durante la pelea.

Mi mente estaba completamente aturdida, tanto, que apenas y me di cuenta cuando se marcharon, solo me percate de que Ten Shin Han Llevaba el cuerpo de Trunks cargando en el hombro.

-          ¡Vegeta! – Llamo la voz de Piccoro – Yo puedo ayudarte.
-          No te metas en mis asuntos… ¡Lárgate de aquí!, no necesito que me ayudes.
-          Je, como quieras.

Pirccoro se alejó volando y todo se volvió paz, estaba solo, mi única compañía era el remordimiento y la mezcla de sentimientos que me embargaba. Tanto el padre como el hijo me habían humillado, era tan degradante.

-          ¡Ese imbécil de Kakarotto! – dije para mi mismo con voz ahogada – el muy idiota ¡se murió peleando!

Con Kakarotto muerto, todas mis motivaciones estaban acabadas, desaparecidas junto con el. Desde aquella vez hace ya 8 años, mi vida entera se había convertido en una lucha por vencer a Kakarotto, el hombre que me había vencido por primera vez, la persona que se había convertido en el incentivo de mi vida, mi única razón para existir era vencer a Kakarotto. Ya no más, se acabó, no tenia sentido alguno seguir con  mis esfuerzos, sin Kakarotto nada tenia sentido.

-          Jamás volveré a pelear…


Me aleje volando hacia el horizonte, en sentido contrario a los demás. No quería ver a nadie, no quería escuchar a nadie. En mi corazón so estaba el pesar de mi derrota y en mi boca el amargo sabor del fracaso, en mis pensamientos el recuento de los muertos y de los trozos de mi orgullo despedazado, Trunks, Kakarotto ambos muertos por culpa de Cell. ¿Qué más quedaba? ¿Qué camino debía seguir ahora que todo había terminado? La frustración que sentía al verme sin un propósito bajo mi moral hasta el suelo, ya ni siquiera volaba en una dirección, solo flotaba y me dejaba arrastrar por el viento. Quería desaparecer, quería morir e ir al otro mundo para patearle el trasero a Kakarotto.

No tengo idea de cuanto tiempo paso, pero solo volví a la realidad cuando el bullicio penetro en mis oídos, era la ciudad, sin darme cuenta había vuelto a la capital del Oeste, desde lo alto pude apreciarla toda en ese rojizo atardecer, el parte que de diversiones en el que tuve una cita con Bulma, los centros comerciales, las concurridas calles y por supuesto, el espacioso terreno de la corporación capsula; el amarillento domo que se había convertido en mi hogar parecía tan tranquilo como siempre, y apenas hace unas horas el mundo estuvo apunto de ser destruido. Sentí el impulso de dirigirme a casa, pero no podía, no quería estar ahí, comencé a descender ante la atónita mirada de los transeúntes y camine por las calles sin rumbo alguno, en todo el tiempo que había estado en esta ciudad, jamás me tome la molestia de recorrerla, no vi necesidad, no la había. La gente me miraba extrañada, otros tantos se apartaban de mi camino al acercarme, pero un grupo de vagos impertinentes se atrevió a bloquearme el paso, eran 5 hombres con “aspecto rudo”.

-          Oigan, miren a este idiota – dijo un tipo pelirrojo con una pañoleta amarilla en la cabeza - ¿A caso vienes de una fiesta de disfraces?
-          Apártate – ordene.
-          ¿Ah? ¿Qué dijiste enano?
-         
-          ¿Te crees muy valiente? – saco entonces un cuchillo – Mas vale que te disculpes imbécil, o podrías salir lastimado.

Mire a esa sabandija, ¿Por esto? ¿Por este montón de basura había muerto Kakarotto?

-          ¿Me estas escuchando estúpido? – pregunto el gusano.

Tome con una mano un parquímetro que estaba a mi lado y lo arranque del suelo como si fuera una hierva, los ojos de los maleantes casi se salen de sus orbitas cuando lo levante sobre mi cabeza.

-          ¡Apártense de mi camino insectos! – de inmediato los 5 se hicieron a un lado – toma, ponlo donde estaba

Le arroje el parquímetro al inútil de la pañoleta y cayo de rodillas al atraparlo. Ya sabía que esta gente era débil, pero ver su falta de carácter y su mediocridad, me sentí insultado, casi agredido. A donde quiera que miraba la gente iba y venia sin preocupación, como si todo lo que había pasado hubiera sido nada, como si la sangre derramada por los que peleamos contra ese monstruo de Cell no hubiera valido en absoluto.  Un deseo de masacre comenzó a gestarse en mi cabeza, quería aniquilar a esta bola de parásitos que vivían tan despreocupadamente, no eran ajenos a todo lo que había sucedido con Cell y aun así estaban como si nada. Habría sido fácil hacer estallar un par de manzanas para calmar mi ira pero no lo hice, al reflexionarlo, no tenía sentido alguno.

Empezaba a oscurecer y las calles se iluminaron con las luces de la ciudad, el barullo de la gente se mezclo con el ruido del trafico nocturno, había caminado por horas y mi boca esta seca. El sonido apagado de música tranquila llamo mi atención, mire a mi derecha y vi el establecimiento a mi lado “MIKE’S” empuje con una mano la rígida puerta de madera y entre, al cerrarse tras de mi, el escandalo citadino se desvaneció por completo y fue remplazado por el sonido de un piano. Busque el origen de la tranquila tonada y lo encontré en una maquina, una rockola empotrada en una esquina; mire a mi alrededor y vi las mesas y taburetes impecables, la atmosfera del lugar era muy acogedora, la iluminación era escasa pero suficiente para permitirme ver.

-           Buenas noches – anuncio una voz a mis espaldas – bien venido a mi bar.
-          ¿Bar?

Mi pregunta se contesto sola cuando voltee hacia atrás, detrás de una gran barra de madera oscura había un hombre de mediana edad, fornido y con un espeso bigote, vestía camisa, corbata y chaleco negro. Tras de él había varias repisas con botellas de colores, entonces comprendí que estaba en una cantina. No era la primera vez que entraba en una, en mi juventud Nappa y Radiz me hicieron acompañarles varias veces; detestaba esos lugares, malolientes, escandalosos y llenos de sabandijas. Pero este lugar era muy distinto, no había nadie y todo estaba en paz, solo percibía el aroma de la madera de la barra.

-          ¿Qué le sirvo? – pregunto con amabilidad.
-          Nada, solo entre por curiosidad.
-          Oh ya veo… bueno ya que esta aquí, ¿Por qué no se toma una copa? Después de todo hay que celebrar ¿no?
-          No tengo dinero, y tampoco nada que celebrar.
-          No se preocupe, yo invito, y pues hay que celebrar el esta vivo, por un momento pensé que el mundo había llegado a su fin
-         
-          Si, por poco y no la contamos – dijo mientras sacaba dos vasos y tomaba una botella verde y cuadrada de la repisa, me acerque dudoso y me senté en uno de los taburetes – pensé que ese monstruo Cell iba a destruir el mundo, pero parece ser que me equivoque – me sonrió al tiempo que serbia.

“Bah” espete en mis pensamientos, este era solo un terrícola mas que se salvo sin saber el costo de la tranquilidad de la que estaba gozando. Mire el vaso, era corto y ancho, un liquido incoloro lo llenaba y podía percibir el aroma del alcohol junto con una ligera nota dulce; tome el vaso y le di un sorbo. De inmediato mi lengua se vio asaltada por el ardor etílico de la bebida, mi garganta se incendio ligeramente al tragar, pero cuando exhale para tratar de aminorar el calor de mi boca un sabor muy familiar quedo presente.

-          Jioren – murmure
-          ¿Cómo dice?
-          ¿Qué es esta bebida?
-          Licor de Naranja, señor… ¿No le gusto?
-          No, no es eso, sabe muy parecido a un licor de mi pla, de mi tierra natal.
-          Me alegro de que le traiga recuerdo, buenos espero – su sonrisa se mostraba sincera y cálida, como si no le importara en absoluto mi aspecto - ¡Salud! – exclamo chocando ligeramente su vaso con el mio - ¡Por Mr. Satán, el héroe de la tierra! – agrego antes de beberse de golpe el licor.
-          ¿Que?
-          ¿Es que no lo sabe? Mr. Satán derroto a Cell.

Se agacho un poco y saco  desde abajo de la barra un pequeño radio portátil, el aparato zumbo y repiqueteo mientras ajustaba la sintonía y luego una estridente voz familiar se hizo escuchar.

-          ¡ESCUCHEN ESTIMADOS ESPECTADORES! – era la escandalosa voz de aquel comentarista que estaba en el torneo de Cell - ¡Las personas que fueron asesinadas por ese monstruo han revivido! ¡!
-          ¡¿Qué, revivieron?! – pregunte al aire.
-          ¡Vaya, eso si que es sorprendente!... aunque creo que algo así paso hace muchos años.
-          Eso significa que…

Salí corriendo del lugar a toda velocidad - ¡Vuelva cuando quiera! – alcance a escucharle decir, mire hacia atrás solo para ver la fachada del bar “quizás lo haga” pensé. Había olvidado por completo las esferas del dragón, Ese había sido el plan de Kakarotto, revivir a todos los que murieran a manos de Cell, de inmediato supe que Trunks había vuelto a la vida, me concentre y poco a poco pude sentir su ki, estaba en movimiento… se dirigía hacia acá, a casa. Busque entonces la presencia de Kakarotto, me esforcé, me concentre en encontrarle, pero no hubo ni rastro, entonces recordé lo que había dicho Piccoro, las esferas del dragón no pueden revivir a alguien ya había revivido con du ayuda por segunda vez, Kakarotto ya había muerto anteriormente junto con su hermano Raditz y había vuelto a la vida, lo que significaba que no volvería esta vez.

Me detuve por un momento para aclarar mi mente, mire al cielo y luego cerré los ojos. Vinieron a mi tantas imágenes de Kakarotto que casi parecía estarlo viendo, la primera vez que pelamos, cuando llego a Namekusei, cuando lo vi transformado en súper saiyajin por  primera vez, el día que volvio a la tierra desde el planeta Yadorat, su cara de confianza cuando salió de la habitación del tiempo y su rostro cuando se despidió de todos antes de llevarse a Cell consigo.

Escudriñe las calles y vi un reloj, eran casi las 8:00pm, había tiempo para hacer una parada antes de que Trunks llegara a casa; me di media vuelta y regrese al bar de Mike. Al entrar ya había unas cuantas personas bebiendo y brindando por Mr. Satán y la tierra, todos se quedaron en silencio al verme y yo me dirigí directo a la barra.

-          ¿De vuelta tan pronto? – pregunto el cantinero arqueando una ceja
-          2 licores de naranja – pedí
-          De inmediato – respondió sonriente y sirvió el licor transparente, le cedi vaso y choque el mio con el suyo ligeramente.
-          ¡Salud! – Exclame - ¡Por el héroe de la tierra!

El bar entonces se lleno de júbilo y todos se unieron a mi brindis, sonreí con amargura mientras el aguardiente se deslizaba por mi garganta, si tan solo supieran esos idiotas del bar que no brindábamos por el mismo héroe.

Hablando de licor, hace tiempo que no voy al bar de Mike, desde aquella vez lo he frecuentado de vez en cuando, creo que iré a beber un par de tragos, solo espero que Bulma no me quiera seguir, es inaguantable cuando se embriaga.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

me gusto mucho esta entrada, excelente trabajo...