Recientemente tuve la oportunidad de ver “Ben X” un película
belga del 2007 que trata acerca de un chico de preparatoria con autismo, el
cual lo convierte en victima del abuso de los bravucones de su escuela. Ben el
protagonista vive su vida entre 2 mundos, el real donde no es nadie, donde no
entiende las relaciones interpersonales ni el papel que todo mundo juega en la
vida, y el mundo ficticio de un MMORPG llamado Archlord en donde es un guerrero y cada acción que realiza tiene un
propósito y un sentido claro, donde encuentra a la única persona que parece
comprenderle, un jugadora como el.
La película no trata tanto el hecho del autismo o el “bullyng”
sino el trasfondo y las consecuencias de esto, nos muestra de manera muy
realista la ira que se va acumulando en el interior de una persona que no
encaja en una sociedad que no entiende y que a la vez se ve atacado por ella.
Si les llama la atención, les dejo aquí el enlace para que la vean se las
recomiendo mucho:
Tras ver esta película me decidí a hablarles un poco sobre
mi propia experiencia con el Bullyng en mi juventud, con la esperanza de que le
sea de ayuda a alguien que se encuentre en la misma situación que yo estaba.
Los que lleven tiempo leyendo el blog sabrán que estoy muy
orgulloso de ser otaku y que estoy muy en contra de la marginación social que
aqueja no solo a los otakus, sino a toda tribu suburbana y esto es porque yo mismo
sufrí en solitario la misma angustia que muchos han vivido por muchos años.
Desde mi niñez nunca fui muy sociable, tarde varios años en
empezar hablar, lo cual preocupo a mis padres y comenzó una larga y tediosa relación
con médicos y psicólogos; con los años continúe siendo introvertido y tenia
muchos problemas para relacionarme con otros niños, la verdad pasaba mas tiempo
entre gente mayor que yo y por supuesto como muchos niños de mi edad viendo televisión.
Ya en primaria las cosas empeoraron, difícilmente jugaba con otros niños y
cuando lo hacia constante mente terminaba metido en peleas, para colmo, no
tomaba apuntes en clase y no hacia las tareas, lo que constantemente causaba
que mi madre fuera llamada a la oficina del director, en mas de una ocasión
estuve a punto de ser expulsado o de repetir el año, pero cuando se me
aplicaban exámenes podía aprobarlos sin mayor problema, aunque tampoco con
calificaciones perfectas debo añadir. A consecuencia de esto, mis visitas al psicólogo
se hicieron mas frecuentes, con el afán de buscar “que estaba mal conmigo”… ni retraso
mental, ni autismo, ni siquiera déficit de atención, simplemente era un niño
con mucha imaginación que se aburría mucho, lo cual era raro en medio de muchos
otros niños “normales”, a esto agréguenle una baja estatura, un forma de
caminar encorvada, un vocabulario distinto al de los demás niños de mi edad
adquirido tanto de la tele y muchas historietas; son los ingredientes para una
victima perfecta de los bravucones y abusivos y ustedes saben que en toda
escuela, en todo salón hay uno de esos, el niño rarito y callado con el que
todos se meten, el que siempre esta solo y no juega con nadie, es un cliché de
cine, es el protagonista de un manga escolar… es el psicópata que asesino a sus
compañeros de escuela… y ese era yo.
Cuando entre a secundaria las cosas no mejoraron, sino todo
lo contrario; si un salón con un abusivo es el infierno para un niño
inadaptado, traten de imaginar un salón lleno de ellos, en medio de una de las
etapas mas difíciles de la vida, la pubertad. Durante tres años recibí
golpizas, zapes, escupitajos, robos y humillación a diario, con solo un par de “amigos”
que al igual que yo eran el hazme reír de la clase cada día en la escuela era
una pesadilla que empeoraba cada que trataba de defenderme. Por si esto fuera
poco, en secundaria fue donde mis aficiones se hicieron mas evidentes y el que
te gusten las caricaturas a los 15 años no te hace popular, ahí fue donde sufrí
el ser diferente a los demás de manera mas ruin. El día de mi graduación mi
padre me dijo unas palabras que no olvidare jamás en mi vida, mientras volvíamos
a casa tras la ceremonia me dijo:
“Tu no estuviste en esa secundaria ¿verdad?”
Cuando le pregunte porque lo decía, me dijo que cuando los demás
recibían su certificado, los alumnos de mi salón les aplaudían, pero cuando yo
pase al frente no hubo aplausos para mí. No tienen idea de lo doloroso que fue
que mi padre me viera como un cero a la izquierda, en secundaria, yo no era
nada, no había existido.
Al entrar a la preparatoria las cosas empezaron a cambiar
para bien, conocí gente con mis mismas aficiones, personas de mente mas abierta
y dispuestas a aceptar mis diferencias, empezaba a tener amigos y a ser parte
de un grupo. Esto siguió en la universidad, en el trabajo y pronto me volví una
persona más social.
Hoy en día sigo siendo un ermitaño por gusto, los miembros de
mi familia creen que soy raro por las cosas que me gustan y lo que hago, pero
han aprendido a tolerarlo y yo hago mi mejor intento por llevarme bien con
ellos, aunque a veces no con mucho éxito pero esto no significa que no les
quiera y les estime por quienes son. Tengo amigos que me estiman y se alegran
de que yo este ahí para ellos como ellos están para mi. Tango una vocación que
me hace feliz y soy capaz de mantener un empleo decente.
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