Las Memorias de Vegeta (Entrada 13)

26 de Junio 791 7:11pm

El reloj marcaba las 5:00 de la mañana cuando la nave entro en la atmósfera terrestre, por un error de cálculo mi trayectoria me dirigiría a 630km de la capital del oeste, en lugar de aterrizar directamente en la casa de Bulma. De acuerdo con el mapa en la computadora de la nave, lo mas viable era dirigirme a la capital del oeste, volando tardaría aproximadamente hora y media, pero tenia tiempote sobra, además no quería advertir a Kakarotto y a los demás gusanos de mi presencia, así que decidí ir a pie. Estime que me tomaría 3 o 4 horas llegar a la capital del oeste y tal vez 1 hora en encontrar la isla donde aparecerían esas hojalatas.

Antes de partir empaque un poco de comida y agua en una mochila, mi experiencia en Namekusei me enseño a no vagar por un planeta sin alimento y menos entrar en batalla con el estomago vació. Una vez que estuve listo partí en dirección al punto de encuentro, - Muy pronto te daré tu merecido Kakarotto- le dije al fresco viento que entro en la nave al abrir la escotilla.

Me desplace ágilmente dando grandes saltos, cubriendo amplias extensiones de terreno, en el planeta natal de Piccoro esta técnica fue muy útil para evadir los rastreadores de los soldados de Freezer, el único inconveniente era que producía mas cansancio que volar, por lo que tome varios descansos cada 15 o 20 minutos para no desperdiciar estamina, ciertamente el agotamiento físico no mermaría mis fuerzas, pero quería llegar lo mas fresco posible a la pelea. Luego de algún tiempo llegue a un pequeño pueblo, y a lo lejos podía verse una gran ciudad, me adentre en el poblado para detenerme a comer; al verme caminar por la calle vestido con mi traje de batalla saiyajin la gente se quedo mirándome, pero bastaba con devolverles la mirada para que desviaran la vista, - miserables terrícolas – pensé – son tan patéticamente débiles que me dan ganas de poner fin a sus inútiles existencias- de pronto un idiota distraído tropezó conmigo.

-         ¡Oye enano, fíjate por donde caminas!- dijo el humano calvo y alto vestid con ropa de cuero.

-         ¡¿Qué fue lo que dijiste insecto?!

-         ¿Acaso no te lavaste bien las orejas… enano?

-         …

-         Ahora será mejor que te disculpes antes de que me enoje – dijo mientras se tronaba los nudillos.

Ese pobre idiota, era irritante e hilarante al mismo tiempo, como un niño que le arroja piedras a un oso. Matarlo no me traería ninguna satisfacción, pero no iba a dejarlo sin castigo, además podría sacarle algo de información; alce mi mano a la altura de su rostro y lo golpee en la frente con mi dedo meñique lo mas suavemente que pude, de inmediato salio volando para caer 2 metros mas atrás.

-         ¡Demonios!, creo que me excedí, no te atrevas a morirte sabandija que tengo algo que preguntarte. – me acerque a el y vi que aun estaba conciente, todos los demás testigos habían salido despavoridos así que era una suerte que siguiera con vida.

-         E- es- espera… ¡no me mates por favor! – lo tome por la camisa y lo levante un poco.

-         Ahora imbecil, quiero que me digas que lugar es ese – le ordene señalando a la ciudad a lo lejos.

-         ¡Es la capital del sur!

-         Bien, ¿y que horas son exactamente? – miro el reloj en su temblorosa mano y dijo:

-         Las ocho de la mañana…

-         Excelente y por ultimo, dime si hay alguna isla cerca de la capital.

-         Si, en esa dirección a unos 20km de aquí.

Lo solté y callo al suelo como una bolsa de porquería, tenia tiempo suficiente para desayunar, así que me dirigí a un parque del pueblo y me senté a comer con calma, ignorando las entrometidas miradas de los habitantes, lo que saboreaba no era el sándwich de pavo en mi mano, sino la gloriosa paliza que le daría a Kakarotto dentro de unas horas.

… Sándwich de pavo, creo que iré a cenar antes de continuar.