lunes, 6 de diciembre de 2021

Sensei



Por un segundo, el kimono se entreabrió levemente, revelando el contorno de sus pechos el sutil cambio en el tono de su piel donde comenzaba su areola, aunque sabía que mi mirada estaba obviamente dirigida a su busto no podía desviar la mirada; ella se inclinó un poco más mientras servía él te y en ese momento nuestros ojos se cruzaron. Esos ojos color oscuro tan intenso que podría hundirme en ellos, eso fue lo primero que me vino a la mente cuando la conocí.

Un par de semanas atrás me encontraba caminando por los pasillos de mi escuela cuando un volante llamo mi atención. Era un anuncio para clases de japonés, tenía dibujada una muñequita geisha con ojos muy grandes, como esas que salen en las animaciones japonesas. Ya anteriormente había tomado clases en otros lugares, pero no me agradaba el método de enseñanza o el costo era demasiado elevado, por lo que simplemente lo deje de lado por algún tiempo. Sin embargo en el volante indicaba que la primera clase era gratis, así que decidí probar. Llame al número que venía impreso y una voz masculina me dio más detalles. Las clases eran de un costo aceptable y en horario vespertino, por lo cual no interfería con mis estudios. El hombre que me contesto el teléfono tomo mis datos y me dio la dirección donde tomaría las clases y el nombre de la maestra, Nozomi Fujiwara.

Acorde ir a principios de la semana entrante y continúe con mi viernes con algo nuevo que esperar; más aún, ya antes había interactuado con japoneses con un muy vago entendimiento del idioma y recurriendo al inglés para poder mantener una conversación, pero esta era la primera vez que tomaría clase con un hablante nativo del idioma. Llegada la tarde del lunes me presente en la dirección que se me dio, para mi sorpresa resulto ser un edificio de apartamentos, llame al número de teléfono para confirmar y el mismo hombre respondió y se disculpó por no haberlo especificado, me dio el número de apartamento y entre en el edificio.

Al tocar a la puerta el dueño de aquella voz me abrió la puerta, era un hombre alto y delgado, posiblemente en sus treintas a juzgar por las arrugas en su frente. Me invito a pasar e indico que la maestra y los demás estaban en una habitación al fondo. Al entrar en aquella habitación quise dar una buena primera impresión hice una leve reverencia y me presente en japonés tan bien como pude... fracasando horriblemente al atropellar mis palabras. Los que ahora serian mis compañeros respondieron de diversas maneras; eran apenas 7 personas, de las cuales las 3 mujeres rieron por lo bajo, uno de los hombres parecía emocionado de verme tras mi presentación y el resto pareció no darle mucha importancia, respondiendo a mi saludo en español. Seguido a esto una risita aguda hizo que alzara la vista, al hacerlo me encontré con unos ojos oscuros que me miraban con curiosidad tras unos parpados rasgados; la dueña de esos ojos no era otra que la maestra, quien sonreía entretenida.

Konnichiwa me llamo Nozomi – dijo con un encantador acento en su pronunciación.

La clase fue bastante entretenida, y la maestra parecía tener un buen método de enseñanza, por si fuera poco, el tener un hablante nativo del japonés que pudiera explicar las sutilezas de idioma llenaba un hueco que nunca habían satisfecho las demás clases que había tomado. Al final de la clase, me pidió mi número para agregarlo a sus contactos para avisarme si había cambios en los horarios o si algún día se tenía que cancelar la clase.

Con el transcurso de los días decidí integrarme a la clase y fui sabiendo más sobre la maestra y su clase. El hombre que me recibió era su esposo, un ejecutivo de una compañía de construcción y ella era la hija de uno de sus asociados en Japón, la maestra y él se habían casado hace apenas dos años cuando ella tenía solo veinte tres de edad. Como no se sentía del todo cómoda estando solo como ama de casa, decidió dar clases y fue como empezó este pequeño grupo suyo. Usualmente el esposo de la maestra solía estar fuera por las tardes y regresaba a casa justo cuando terminaba la clase de japonés, estado en casa solo los lunes que era su día de descanso.

Por su parte la maestra al ser bastante joven llevaba la clase con bastante jovialidad. La clase estaba compuesta por personas más o menos de mi misma edad y una de las mujeres que era mayor que la maestra. Ella insistía en que le llamásemos por su nombre en lugar de maestra o sensei, pero a menudo la llamaba de este modo para molestarla un poco. Siendo que solo había dos años de edad entre nosotros, la dinámica era más de compañeros de clase que de maestra y alumno.

Para el final de la primera semana ya empezaba a notar avances en mi dominio del japonés, inclusive ya podía leer un poco, sin duda la maestra tenia talento para enseñar. Además siempre me quedaba unos minutos más después de clase para aclarar alguna duda y terminábamos platicando de alguna otra cosa. Algo que me llamo la atención era lo ausente que estaba el esposo de la maestra, no solo en el horario de la clase, sino también en sus días libres; al principio imagine que a pesar de ser su casa, no quería intervenir con las actividades laborales de su esposa. Pero luego note que a menudo salía por su cuenta aun ya cuando la clase había terminado, en alguna ocasión me pareció ver una cara de disgusto en la maestra al escuchar la puerta cerrarse al salir su marido, pero no le di mayor importancia.

A mitad de segunda semana recibí un mensaje de texto de la maestra informándome que no habría clase ese día, pero la repondría al día siguiente si es que podía asistir. Como realmente tenía la tarde desocupada respondí que no habría problema. Acto seguido me pregunto si estaría bien mover la clase de las 5:00 pm a las 7:00 pm ya iba a estar más ocupada ese día. Dude por un momento en aceptar su oferta, pero opte por decirle que estaba bien, en cualquier caso, siempre solía caminar de regreso a casa después de la clase.

Al día siguiente me aliste para llegar a la hora acordada, llegue al edificio y subí al tercer piso casi de manera instintiva. Toque la puerta esperando ver la familiar cara del esposo de la maestra al abrirse, pero en su lugar me encontré con un par de ojos oscuros y profundos que resultaban hipnotizan tés. Era la maestra, sus mejillas levemente ruborizadas y su cabello húmedo enmarcaba su rostro mientras se restregaba una toalla en la cabeza; sin poderlo evitar mis ojos escanearon el resto de su cuerpo tratando de entender la situación. Vestía una bata de tela negra suave y ligera, con corte parecido a un kimono ceñido en la cintura por un cintillo, la bata terminaba a la mitad de sus muslos, rebelando un par de piernas pálidas y torneadas, iba descalza y el piso estaba perlado con gotas de agua debajo de ella.

- Perdón, estaba bañando – dijo de pronto al verme incapaz de pronunciar palabra alguna – pasa

De dio la vuelta y aun confundido cerré la puerta tras de mí, la seguí por el pasillo de la entrada manteniendo mi vista en el suelo, alcanzando solo a vislumbrar sus talones. Me dirigí como de costumbre hacia la habitación que usábamos como salón, pero ella me detuvo.

- Vamos a sala, los demás aun no llegan.

Asentí aun con más nerviosismo que antes, normalmente llegaba puntual, pero siempre solía haber un alumno o dos que llegaban antes de mí.

- ¿Sed? – pregunto mientras tomaba asiento en un sillón – sirvo té – agrego sin esperar a mi respuesta.

Di la vuelta en el pasillo que imagine llevaba a su cocina dejándome solo en la sala. El ambiente silencioso se hubiera sentido aún más abrumador de no ser por el ruido proveniente de la cocina; una sensación asfixiante me trepaba por la garganta mientras los minutos pasaba y no había indicio de que alguien más llegara, no debieron pasar más de cinco minutos antes de que volviera con una tetera en una mano y dos tazas en la otra. Las coloco en la mesa parándose junto a mí, dejando que un aroma floral mezclado con el olor amargo del té llegase a mi nariz. Se inclinó desde la cadera para verter el contenido de la tetera y por un segundo, el kimono se entreabrió levemente, revelando el contorno de sus pechos el sutil cambio en el tono de su piel donde comenzaba su areola. En las profundidades de mi cerebro mi imaginación se encendió con si fuese un espectáculo de fuegos artificiales y todo su cuerpo se dibujó en mi mente de un modo tan realista que tuve que quitar mis ojos de su busto. Justo entonces ella se inclinó más para servir la segunda tasa y su mirada se cruzó con la mía. Aquellos ojos oscuros y profundos brillaban de un modo que no había visto antes y se clavaban en los míos con tal intensidad que podía apreciar el iris de color café que rodeaban sus pupilas, estas estaban tan dilatadas que casi podía verme reflejado en ellas.

Sonrió y luego se dejó caer, sentándose junto a mí en el sillón; al instante mis pulsaciones se aceleraron y estoy seguro de que se notaba como empezaba a sonrojarme. Se inclinó para alcanzar su taza y yo hice lo mismo instintivamente. Ella se quedó mirando hacia el frente mientras llevaba el recipiente a su boca con ambas manos, sus labios se amoldaron a la forma de la cerámica al entrar en contacto ella, tomo un largo sorbo y cerró los ojos.

- ¡Mmmm! – emitió con aprobación mientras el líquido caldeaba su lengua, o al menos así lo imagine.

Tan solo pude hacer lo mismo que ella y beber de mi taza, tanto que bebí casi la mitad y el calor en mi garganta era testigo de ello, luego clave la mirada en la taza en mis manos como si tratase de encontrar algo en el fondo de ella. Pero con el rabillo del ojo alcance a ver que la maestra se había volteado a mirarme.

- ¡Mira! Tienes lunar, no había visto... aquí – extendió su mano hacia mí y acaricio mi oreja derecha con sus dedos, causando que un placentero escalofrió bajara por mi espina.

Encogí los hombros y le dije que ni yo lo sí sabía porque no podía verme en todas direcciones, tratando lo más posible de sonar casual y confiado.

- Yo si te miro mucho... y este no lo había visto – busque refugiarme en el calor de mi té y di otro sorbo, tragándolo audiblemente – este lo he visto – añadió mientras toco con su dedo mi cuello, efectivamente, ahí había un lunar – y este – dijo esta ves acariciando mi mano derecha la cual sostenía mi taza y mis dedos se afianzaron a su asa como si de un salvavidas se tratase – y aquí es mi favorito.

Su mano izquierda volvió alzarse hasta mi rostro y poso su dedo índice en mi labio inferior, presionando suavemente contra él, cuando lo retiro, mi cara le siguió guiada por la inercia de su arrastre sobre mi piel haciendo que me encarara con la maestra finalmente. Al notar mis ojos en ella se mordió el labio inferior y sentí como algo dentro de mi empezaba a soltarse, una tensión constrictora sobre mis hombros que comenzaba a menguar. Por un momento, el raciocinio me hizo desviar la mirada.

Mite! – dijo en japonés llamando mi vista nuevamente hacia ella – mírame... su cabello ya había comenzado a secarse y a revelar su lacio natural, su ojos enmarcados en esos parpados sin pliegues le conferían un aire de misterio, mientras su boca ligeramente entreabierta parecía querer pronunciar algo inaudible.

Con su torso girado hacia a mí para mirarme de frente, sus piernas habían quedado hacia la mesita de café delante nuestro, haciendo que la tela de su bata se jalara para abrirse en un escote que revelo sus clavículas y su plexo solar, dejando apenas visible la silueta inferior de sus pechos. Extendió ambos brazos hacia mí para tocar mis hombros con sus manos. Las deslizo hacia abajo hasta palpar mi pecho y dijo.

- Quería tocarlo... - su mano derecha se detuvo en mi esternón como si algo hubiese llamado su atención, luego de un momento volvió a mirarme a los ojos y sonrió – no preocupes, no viene nadie.

Pregunte extrañado a que se refería, casi volviendo a recuperar la conciencia sobre mi ser.

- Solo somos nosotros, los demás no vienen – aclaro con una sonrisa conspiratoria.

Si nadie más habría de venir entonces me había citado a mí solamente. Entonces, ya sospechando su respuesta, pregunte por su marido.

- Hoy no vine... salió de viaje.

Mi respiración se detuvo brevemente y pude sentir como mis ojos se abrían como si quisieran escapar de sus cuencas. ¿Cómo había llegado a esto? Este escenario tan absurdo que me hizo cuestionarme mi cordura al punto de que estuve a punto de cometer el cliché de pellizcarme para despertar del sueño, pero ella se adelantó a mis actos. Tomando mi rostro en sus manos me beso con suavidad y luego con más firmeza, dejando que su respiración fuera sonora como si dejase de reprimir algo en ella misma. La sensación de sus labios en los míos barrio con mi autocontrol y cobraron vida propia buscando sentir más los de ella, pronto nuestras bocas de empezaron a conocer y a explorar mutuamente, y a estas les siguieron nuestras manos que acariciaban y aferraban a la figura del otro tratando de sentir piel con piel. Tras un breve instante nos separamos dejando salir un suave jadeo. "Sensei" atine a llamarle, yo...

-¡Shhhh! – me silencio poniendo su índice en mis labios – No sensei – acerco su rostro junto al mío y susurro en mi oído – No-zo-mi... -

Se enderezo y me miro nuevamente a los ojos expectante, la llame por su nombre y sonrió, sonrió con una dulzura que no podría borrar de mi mente nunca, como la de alguien que ha esperado algo por mucho tiempo y finalmente lo recibe. Luego se puso de pie y se colocó frente a mí.

- Mírame...

Me ordeno y la contemple en cuerpo entero por primera vez mientras sus manos desataban el cintillo de su bata y se despojaba de ella...  


No hay comentarios: