¿Cuantas veces nos hemos puesto a pensar acerca de la locura de nuestro mundo?
México, un país que cuenta por grande recursos naturales que son codiciados por otros países y que estupidamente son vendidos al mejor postor en lugar de sacarles el mayor provecho aquí; un lugar donde obesos políticos pasan su vida holgazaneando y ganando miles de veces mas que el humilde obrero que se parte el lomo a diario para llevar el pan a la mesa; donde los criminales que están en prisión tienen mejores servicios que los hombres libres.
Sin embargo a pesar de que nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor preferimos dejar que aquellos que juraron servirnos y guiarnos a un mejor futuro se enriquezcan aun mas con el dinero que prácticamente nos roban directamente de nuestros cheques cada quincena, cada que compramos alimentos o cada que revalidamos el derecho a un automóvil que ya pagamos. No contentos con esto, nos quedamos inmutables al ver que al prójimo le roban y asesinan a solo metros de nosotros o incluso si vemos a un padre que golpea s su hijo de 3 años por un berrinche.
En un mundo de locos las personas cuerdas son juzgadas, y aquellos que buscan hacer frente a los males que los aquejan terminan siendo pisoteados. ¿Y que pasa entonces? Una muchedumbre ofendida por la violencia va y hace un plantón frente a sus gobernantes, quienes para sacarse la soga del cuello hacen un despliegue de sus fuerzas policíacas y arrestan a cuanto delincuente de poca monta pueden para aparentar ser útiles, mientras que los lideres de bandas de homicidas y secuestradores ríen y gozan del espectáculo en sus hogares protegidos por sus relaciones políticas y por las mismas leyes que deberían protegernos.
En verdad es un mundo de locos.
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