domingo, 20 de enero de 2013

Las Memorias de Vegeta (Entrada 60)



27 de Julio 791

La luz del sol entro por la ventana despertándome. No había podido dormir bien la noche anterior, por lo que trate de volver a conciliar el sueño, de cualquier manera Nappa llegaría pronto para asistirme como todas las mañanas, aunque parte de mi esperaba que fuera Rabba la que tocara a mi puerta. Pasaron varios minutos, 10, 15, 30 antes de que perdiera la paciencia; me levante de la cama arrojando las sabanas y me dirigí al lavatorio con pasos pesados - ¿en dónde diablos esta ese mastodonte? – pronuncie mal humorado mientras caminaba.

Una vez que termine de vestirme salí en busca de Nappa, Rabba o cualquier vasallo. Era un ultraje que yo tuviera que buscar a la servidumbre, a esta hora el desayuno ya debería haber sido servido en mi habitación. Deambule por los pasillos hasta llegar a la sala del trono, extrañamente mi padre no estaba ahí, solo 2 guardias que como de costumbre vigilaban celosamente el recinto, al verme ambos me hicieron una reverencia pero yo los pase de largo y continúe hacia las cocinas reales. Ahí, varias mujeres saiyajin de bajo nivel de pelea se hacían cargo de los alimentos, tanto para mi padre y yo como para los soldados en palacio y los sirvientes.

-        Ah, ¡buenos días alteza! ¿puedo ayudarle en algo? – pregunto la jefa de cocina sorprendida al verme.
-        Mi desayuno, ¿Por qué no ha sido llevado a mi habitación aun?
-        ¿Eh? No recibimos ninguna instrucción, por eso no lo mande, pero si gusta podemos servirle de inmediato – dio dos fuertes palmadas para llamar la atención de sus ayudantes – ustedes dos, dejen lo que están haciendo y preparen los alimentos del príncipe ¡de inmediato!

Las cocineras pusieron manos a la obra y en menos de 10 minutos ya estaba en el comedor real con mis alimentos frente a mí. Una de las cocineras se quedó a mi lado mientras comía por si necesitaba algo más.


-        Tu – le llame – ve y busca a Nappa, dile que traiga su trasero en el acto.
-        ¿Nappa su majestad?
-        Si tonta, mi paje, Nappa.
-        Hasta donde tengo entendido aun no regresa de su última misión.
-        ¡Bah! Así que por eso no me despertó esta mañana… bien, manda a llamar por Rabba, ella me asistirá el día de hoy.
-        ¿Quién?
-        Rabba, la mujer saiyajin de clase baja que fue mi escolta ayer.

La joven cocinera saco de una bolsa que colgaba de su cadera un rastreador, este era un poco distinto a los que usaban los guerreros regularmente, hasta donde sabia, la servidumbre usaba estos rastreadores principalmente como un medio de comunicación.

-        Parece que no está en la base de datos del personal de palacio alteza – respondió la joven mientras revisaba su rastreador.
-        ¿Qué? Lo que me faltaba, ¿en dónde está mi padre?
-        El rey salió del planeta hace un par de horas con un grupo de exploración.
-       

Me levante de mi asiento y salí del comedor sin terminar mi desayuno. Nappa no estaba, mi padre había salido y no tenía idea de cómo encontrar a Rabba, definitivamente no era mi día; salí del palacio y vagabundee por los alrededores, esperando encontrar a aquella altanera mujer, ¿Cómo se atrevía a dejar sus responsabilidades? De pronto una idea cruzo por mi cabeza, probablemente los ancianos del arvaic sabrían dónde podía encontrarla; volé en dirección a la gran biblioteca y en solo 20 minutos estaba en la entrada, sin embargo, las grandes puertas estaban cerradas y había un gran letrero que decía “Cerrado por inventario”, me eleve hacia uno de los ventanales para ver si había alguien dentro, pero estaban cubiertos con lonas. Sin respuestas, volví al palacio, esperaría a que mi padre volviese, entonces le pediría que reasignara a Rabba como mi paje, esa mujer aun tenía que aprender a respetarme.

Pase toda la tarde tratando de ponerme en contacto con mi padre a través de mi rastreador, pero parecía haber una interferencia que hacía imposible la comunicación. Ya para la noche estaba a punto de irme a dormir, cuando escuche el estruendo de naves espaciales aterrizando en la parte posterior del palacio. Corrí a la sala del trono y justo en ese momento mi padre entro junto con un grupo de guerreros.

-        Bienvenido padre.
-        ¿Vegeta, que estás haciendo aquí?
-        Estaba por irme a dormir cuando escuche tu llegada.
-        Vuelve a tus aposentos, tengo mucho que preparar para mañana y tú también deberás madrugar.
-        ¿eh? ¿me llevaras contigo en una misión? – una parte de mí se entusiasmó, desde hacía varias semanas no recibía autorización para dejar el planeta.
-        No… - respondió mi padre secamente – a partir de mañana estarás bajo el mando del gran Freezer.
-        … - sentí un vacío en el estómago – pero, se suponía que eso no sería hasta dentro de una semana.
-        Ha habido un cambio de planes, Nappa ya se adelantó para preparar tus aposentos.
-        … Entiendo padre – conteste sin animo, mis puños estaban apretados y me sentía a enfurecer ante mi impotencia, no quería ir, no quería estar a merced de esa sabandija - ¿padre?
-        ¿Hmmm?
-        Quiero que reasignes a Rabba… como mi paje…
-       

Mi padre se quedó en silencio, pero me miro con una severidad más fuerte que cualquier grito.

-        No digas tonterías.
-        Padre, esa mujer debe ser disciplinada, la quiero bajo mi…
-        ¡He dicho que no!
-        … ¡pero padre!
-        ¡No volverás a ver a esa mujer!
-        ¿Qué?
-        … Rabba… ella, está muerta – agrego con voz monótona.

Sentí un escalofrió corriendo por mi espina.

-        No, ¡mientes!
-        ¡No te atrevas a alzarme la voz! – el bramido de mi padre resonó en la sala del trono apagando mis protestas – ahora lárgate y no quiero volver a escuchar de esto.

Como si no tuviera voluntad propia, de di la vuelta y me dirigí a mi habitación, una vez ahí me deje caer en la cama con una pesadez inusual, algo dentro de mi hacia que quisiera que el mundo se desvaneciera.

Desperté con el trino de las aves y el sol inundando la alcoba, estaba en mi cama y Bulma estaba a mi lado, pronto recupere el hilo de las cosas. Habíamos pasado toda la noche haciendo el amor hasta quedar dormidos; trague saliva, el vacío en mi estómago aún se sentía presente como un recordatorio del mal sueño que acaba de ver. Me levante con cuidado de no despertar a Bulma y fui al baño; me restregué la cara con agua fría para terminar de despertar, quería sacudirme la sensación que me embargaba, al verme en el espejo, vi que mis ojos estaban enrojecidos.

Bueno, voy a tomar una siesta, antes de continuar, solo espero no tener ningún sueño desagradable.